martes, junio 14, 2011



Hasta ayer no me había cuestionado mucho cómo era el manejo de una pérdida. Recientemente falleció el padre de mi jefe, hace más de medio año atrás el novio de una amiga.

En el caso de mi jefe no puedo decir nada, no tengo tanto contacto con él como para saber cómo está; en el caso de mi amiga, bueno, nos ha preocupado bastante el cómo lo ha sobrellevado, apareciendo de repente necesitando full contención y luego desapareciendo por meses sin dejar rastro. Hemos notado sí que tiene una foto de ella con su novio en facebook, lo que nos ha llevado a preguntarnos si es algo bueno para ella.

Bueno, aquí estoy yo ahora. No pretendo, ni voy a cometer la torpeza de llegar a comparar ni equiparar mi reciente pérdida con la de ellos, pero de todos modos es una pérdida que me ha dolido.

Desde ayer descansa mi perro Igor.

El pobre desarrolló un tumor, que sin que lo notáramos debe haberle hecho perder paulatinamente la vista, hasta que la semana pasada la perdió definitivamente y pudieron notar que algo grave le pasaba. Antes de eso era el perro regalón (mamón) e hincha pelotas de siempre. Desde que perdió la vista, en cosa de unos días se desmoronó.

Lo que me deja muy tranquilo es que tuvo

la mejor vida que un perro pudo tener, una parcela grande para correr y cazar cuanto conejo quisiera, una pareja con la que tuvo 12 cachorros, dos perritas amigas, una de las cuales fue su madre postiza cuando llegó a la familia y lo limpiaba cuando el pailón no era capaz o no sabía cómo y, lo más importante, una familia que lo quiso y mimó hasta el absurdo.

Desde ayer descansa en la misma parcela que lo vio hacer cuánta barbaridad se le ocurrió y yo estoy ahora con fotos de él en el escritorio de mi computador.